Mucha gente cree que se trata de una festividad americana o anglosajona, pero la fiesta de Halloween, en la que nos disfrazamos desde hace ya muchos años con sábanas y llevamos calabazas en las manos con una vela en su interior no es tradición de estos países.
El gigante de Norteamérica se ha apropiado de algunas antiguas «fiestas» europeas que luego nos ha «devuelto» transformadas como si fueran suyas. Una de ellas es el Halloween de la noche del 31 de octubre, víspera del día de difuntos.
Halloween se celebraba en España mucho antes de que Estados Unidos fuese nación. En realidad es una costumbre europea (no desde luego con este nombre, sino como parte del Samhain, un ritual de origen celta). En nuestro país, actualmente, se ve Halloween como una especie de Carnaval pero con disfraces y ambiente de terror. Se ha hecho enormemente popular y convertido en un gran negocio.
En España, con claros orígenes celtas, hay numerosas tradiciones relacionadas con espíritus. Las más famosas nos conducen a la Santa Compaña de Galicia (la temida procesión de difuntos que recorría los caminos en esta fechas). En Asturias se sabe que, por los días de difuntos, los niños llevaban lámparas encendidas y pedían comida a las puertas de las casas durante esa noche. La Iglesia acabó cristianizando la costumbre pagana y las velas acabaron iluminando pequeñas capillas con imágenes que iban de casa en casa.
La palabra «halloween» se empezó a usar en el siglo XVI y parece ser es de origen escocés «All Hallow’s Eve» (víspera de Todos los Santos). Fue en 1840 cuando llegó a Estados Unidos, donde se hizo famosa, y fueron inmigrantes irlandeses los que la llevaron al otro lado del océano. Colocaban una vela encendida dentro de una calabaza inspirada en la popular leyenda de «Jack el tacaño», que consiguió engañar al diablo. El primer desfile tuvo lugar en Minnesota en 1921. En los años setenta la televisión y sobre todo el cine («Hallowen», de John Carpenter, en 1978) popularizaron la fiesta.